lunes, junio 27, 2011 |
Un día un chico de trece años paseaba por la playa con su madre.
Hubo un momento en que la miró con insistencia y le preguntó:
- Mamá, ¿qué puedo hacer para conservar un amigo que he tenido mucha suerte de encontrar?
La madre pensó unos momentos, se inclinó y recogió arena con sus dos manos. Con las dos palmas abiertas hacia arriba, apretó una de ellas con fuerza. La arena se escapó entre los dedos. Y cuanto más apretaba el puño, más arena se escapaba. En cambio, la otra mano permanecía bien abierta: allí se quedó intacta la arena que había recogido.
El chico observó maravillado el ejemplo de la madre entendiendo que, sólo con abertura y libertad, se puede mantener una amistad, y que el hecho de intentar retenerla o encerrarla, significaba perderla.
- Mamá, ¿qué puedo hacer para conservar un amigo que he tenido mucha suerte de encontrar?
La madre pensó unos momentos, se inclinó y recogió arena con sus dos manos. Con las dos palmas abiertas hacia arriba, apretó una de ellas con fuerza. La arena se escapó entre los dedos. Y cuanto más apretaba el puño, más arena se escapaba. En cambio, la otra mano permanecía bien abierta: allí se quedó intacta la arena que había recogido.
El chico observó maravillado el ejemplo de la madre entendiendo que, sólo con abertura y libertad, se puede mantener una amistad, y que el hecho de intentar retenerla o encerrarla, significaba perderla.
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Reflexiones
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2 Dejaron huellas de su paso...:
Precioso, aleccionador, también vale para el amor tener la mano abierta y el pájaro que se pose libremente y tiene la facultad de ir y venir o alzar el vuelo, sin estar en una jaula o tener que estar apretando la cuerda( o la mano) .
Las manos abiertas.
Siempre es un placer visitarte.
Un abrazo
Que bello Siry, amistad con apertura y soltura! Besos