jueves, octubre 13, 2011 |
La ley de la comunión dice que esta es el contacto de un alma con otra. La comunión es el intercambio de espíritus. Por lo tanto es la base de la confianza. En esta etapa los amantes pasan a un territorio desconocido, tomando uno del otro lo que no poseían por sí solos. Si la comunión es lo suficientemente profunda, las percepciones de su enamoramiento se vuelven verdaderas, se convierten en la persona a quien aman.
Antes de la comunión el yo trata de regresar y levantar su fea cabeza. El yo quiere destrozar la unión entre las almas; prefiere los derechos del yo, del “mío”. El “nosotros” es solo un estado temporal. Durante esta tercera fase, el yo lucha contra el amor. Esta batalla sucede esencialmente para defender las fronteras. Si el yo gana, es porque el miedo se ha proyectado del pasado al presente a través de la memoria, y las viejas fronteras son reconstruidas. El “yo” es alguien del pasado a quien todos conocemos perfectamente. El “nosotros” es algo que apenas estamos conociendo y de esa cualidad desconocida puede surgir un nuevo futuro.
La comunión es la fase que te pone a prueba. Tendrás éxito si tu y tu pareja pueden desmantelar juntos sus defensas. La comunión fracasará si construyes defensas nuevas. Debes decidir entonces entre prestar y tomar prestado del otro o convertirte realmente en lo que el otro representa: la suavidad, la ternura y el cuidado que un hombre encuentra en una mujer. Una mujer puede beneficiarse del poder, la voluntad y la fuerza del hombre a quien ama, pero no es lo mismo que apropiarse de dichas cualidades. En comunión, si ésta es suficientemente profunda, puedes convertirte en lo que percibes.
El fenómeno de la proyección suele interferir con la comunión. Ocurre cuando transponemos nuestras creencias al otro. A menudo no nos damos cuenta de que esto sucede, pero si descubres alguna de las siguientes características, te estás proyectando:
· Cuando hablas con una persona, interrumpes sus frases.
· Estás a la defensiva sin previa provocación.
· Usas formulas verbales, como: “Es ese tipo de personas que chismea o exagera o miente. “ En otras palabras, sueles estereotipar.
· Pides la opinión de otra persona y te enojas si no está de acuerdo contigo.
· Te cuesta trabajo interpretar los rostros de las personas.
· Te sientes incomprendido.
· Te sientes amenazado por figuras de autoridad, como policías, o sientes le caes mal a tu jefe, aún cuando no sea cierto.
· Crees que cuando tu pareja mira a otra persona, es siempre con interés sexual.
· Te cae muy bien o muy mal gente que acabas de conocer.
Es indispensable liberarte de las proyecciones para ser capaz de distinguir el amor verdadero del falso, ya sea como amado o como amante. La proyección siempre esconde sentimientos ocultos que no quieres enfrentar. Si por lo general te defiendes antes de ser acusado y te sientes culpable, necesitas enfrentar tus culpas para dejar de proyectarte.
La proyección es una manera de invertir una situación porque enmascara la verdad. Si sientes que el hombre o la mujer que amas está mirando a los otros con intensiones sexuales, es en ti en quien no se puede confiar. Si piensas que tu jefe te odia en secreto, considera la posibilidad de que seas tú quien tiene problemas ocultos con la autoridad. Cuando aceptas y trabajas los sentimientos que proyectas en los otros, te sentirás liberado y menos sentencioso.
Además de dejar de proyectarnos, necesitamos cultivar las cualidades necesarias para la comunión, que son:
· Igualdad.
· Sensibilidad.
· Comunicación.
La Igualdad implica que el espíritu de todos es igual. Si me siento superior a ti, mi superioridad está arraigada a mi yo o autoimagen.
La sensibilidad implica ser capaz de notar qué sucede en el interior de otra persona. Para ser sensible, debes aceptar el hecho de que las emociones son complejas, conflictivas, confusas e irracionales. Cuando usamos expresiones como: “No entiendo porque te sientes así”, o: “No tengo ni la más remota idea de lo que te sucede”, entonces hemos olvidado la sensibilidad. Para volvernos más sensibles necesitamos cultivar las siguientes actitudes interiores, que tienen que ver con la empatía. La empatía es la habilidad emocional para ponerte en los zapatos de otra persona. Alguien empático dice:
· No necesito estar siempre en lo correcto.
· No necesito estar siempre en control.
· Puedo, por el momento, olvidarme de mis necesidades.
Por último, la comunión requiere de una verdadera comunicación. Las convenciones sociales y las expectativas interfieren con la verdadera comunicación. Sobre todo entre hombres, las convenciones dicen que solo los hombres débiles comunican sus más profundos sentimientos. La comunicación es imposible si no estás dispuesto a compartir tus miedos y vulnerabilidades. Entre las mujeres, la comunicación deja de funcionar cuando se vuelve persecutoria: “Pobre de mí, ya nunca hablas conmigo”. Este lamento es una queja, y nadie quiere abrirse a un quejumbroso. La importancia que le damos al yo es tan fuerte que nada más nos importa; de modo que cuando una mujer le pide a un hombre que hable de sus sentimientos, lo que en realidad está diciendo es: “Hazlo porque lo necesito. En realidad no me interesa lo que digas. Solo quiero sentirme mejor”.
La verdadera comunicación surge de la alegría de vivir con otros, que son tan interesantes como uno. Toda alma es fascinante para el proyecto de la creación pues a nivel del alma todos estamos explorando la inmensidad de lo desconocido de distintas formas. Cuando lo descubras, la comunicación se volverá fácil. Tú y tu pareja pueden tener pocas cosas en común al nivel de la personalidad, pero como almas tienen en común la eternidad.
En resumen, si quieres estar en comunión con tu pareja identifica los rasgos que te atraen de ella. En vez de apropiártelos, desarróllalos tu mismo. Identifica cuando te estás proyectando y deja de hacerlo. Cultiva la igualdad, la sensibilidad y la comunicación.
Enviado por José Prieto
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Parejas
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