miércoles, octubre 19, 2011 |
La ley del éxtasis nos dice que éste es nuestro estado original. De ahí vemos, del Jardín de Edén, el estado de gracia al que regresaremos. El éxtasis es la etapa final en la que el espíritu fluye a través del amor. En esa fase, la exuberancia, la alegría, el placer y la satisfacción aún son sombras de lo Real, cuyo éxtasis es una vibración original que todo en la naturaleza intenta, en su fragilidad, expresar.

Ya no podemos hablar de un yo superior o inferior. En el éxtasis, el yo individual se funde con el yo cósmico y el conocimiento espontáneo: “Yo soy eso, todo es aquello y esa es”, Tat twan asi. En esta etapa, el amor personal y universal, el amor humano y divino se unen para convertirse en amor puro, simple e incondicional. Existen tres ingredientes en este estado de gracia:

Éxtasis físico. El éxtasis físico depende de nuestros sentidos. Sucede cuando la conciencia está enfocada a la vida y al momento presente y nuestros sentidos atentos a cualquier matiz de tacto, sonido, imagen, sabor y olor. Cuando ponemos atención a cada textura y sabor de la vida y cuando amamos cada aspecto del ser, nuestra vida se vuelve sensual y comprendemos que Dios creó un universo sensorial, un universo recreativo para alimentar nuestro espíritu. Podemos obtener placer al tocar o ser tocados, deleite al mirar la belleza del cuerpo y del mundo, nutrirnos a través de cada poro de nuestro ser. Por medio de los sentidos encontramos la puerta a Dios.
Mito y arquetipo. Con la percepción ordinaria nos vemos a nosotros mismos en términos desmitificados. Nuestro estado, por naturaleza extático, se oculta bajo las preocupaciones y actividades mundanas. No obstante, la realidad es que, debajo de la confusión de las actividades cotidianas, las motivaciones reales e inconscientes habitan en el mundo mítico. Dentro de nosotros moran dioses y diosas originales. Sabemos esto sin darnos cuenta porque obedecemos a nuestras pulsiones míticas sin traerlas a la conciencia. Cuando realizamos algo magnífico, como construir catedrales maravillosas, una obra de arte, descubrimientos científicos o participamos en alguna actividad logrando algo sorprendente, permitimos que los dioses y diosas renazcan. Luchar para tener éxito en algún trabajo forma parte de un viaje heroico como la búsqueda de los argonautas por encontrar vellocino de oro. Aquellos que escalan el Everest son guiados por la misma ambición: alcanzar la morada de los dioses, como cuando Ícaro voló hacia el sol. En términos míticos, el éxtasis es un viaje sagrado, retratado heroicamente en incontables versiones desde la abducción de Perséfone por hades, hasta Orfeo buscando a su amada en el inframundo. En la antigua Grecia, el culto a Dionisio no implicaba exceso, sino el acceso al éxtasis divino. Al perder la mitología, nuestro espíritu se empobrece y languidece en la ignorancia. Nuestros hijos se unen a pandillas callejeras porque buscan formas míticas de expresar la riqueza de su ser. Las pandillas, aunque no siempre de forma evidente, realizan ritos de iniciación y rituales, tienen líderes e inventivas ingredientes activos de la mitología. Los adultos se unen a cultos por la misma razón. Nuestra sociedad moderna ha sido privada de lo mítico. Quizá con una nueva conciencia y, gracias a los avances tecnológicos que han modificado las fronteras del espacio, comenzaremos un nuevo viaje mítico. Más allá de los mares espaciales está la nueva materia prima lista para ser forjada por nuestra imaginación. Los ingredientes para una nueva mitología se encuentran en todos lados. Misterio, aventura, asombro, nuevos retos; todo esto nos espera y quizá también la llegada de una nueva era, que ni Homero, en sus más salvajes sueños, imaginó.
Éxtasis espiritual. Es encontrarte cara a cara con Dios. Incluye el éxtasis físico y mítico, pero debe surgir de la devoción (Bhakti) o veneración de una persona que le hable a Dios diciéndole: “Mi dulce Señor, sólo quiero mirarte; Señor, sólo quiero ver tu rostro, mi dulce Dios.”

Es el éxtasis del anhelo, y el anhelo es la máscara del éxtasis divino que Rumi expresa de forma tan bella.

Entonces, cuando obtenemos éxtasis físico, mítico y sagrado llegamos al punto de partida. Estamos curados y somos sagrados.

Para resumir: el éxtasis es un estado primordial de energía. Para experimentarlo, debemos satisfacer nuestras necesidades físicas, sensuales, míticas y espirituales. Al salir del éxtasis podemos decir junto a Salomón:
Me escindes y desgarras mi corazón. Me llenas de amor. Viertes tu espíritu en el mío. Te conozco como a mi propio ser. Tu luz enciende mis ojos. Mis oídos se deleitan con tu música. Tu perfume fascina mi olfato. Cubres mi rostro con tu rocío. Renuevas todo lo que me rodea. Has hecho que vea todo con una nueva luz. Me has llenado con una paz perfecta. Me he convertido en el Paraíso. 

Extracto del libro KAMASUTRA de Deepak Chopra
Enviado por José Prieto
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