viernes, enero 30, 2015 |
DEFENSA ENERGETICA.
Brennan, Barbara Ann: (1990) Manos que Curan.
Los sistemas comunes de defensa energética
Todos creamos bloques porque consideramos inseguro el mundo. Los creamos según pautas que implican a todo nuestro sistema energético. Este sistema ha sido concebido para repeler, para defendernos agresiva o pasivamente contra una fuerza que llega del exterior. Está concebido para demostrar poderío y, por tanto, asustar al agresor, o para atraer una atención indirecta, sin que queramos admitir que eso es lo que deseamos.
En la figura ofrezco ejemplos de los sistemas de defensa energética que he observado. Estos sistemas de defensa son empleados por el individuo cuando se siente amenazado. Con el «puercoespín» (generalmente de color gris blancuzco), el aura de la persona se hace espinosa y dolorosa al tacto. Es un aura punzante. En muchas ocasiones, al poner mi mano sobre alguien que no deseaba ese contacto, he podido sentir las espinas que me atravesaban. La mayoría de las personas responde a esta defensa con el distanciamiento.
En la forma de defensa de «retirada», la parte de la conciencia y del aura que es amenazada se limita a abandonar el cuerpo, en medio de una nube de energía azul claro. Los ojos presentan un aspecto vidrioso, aunque el individuo aparenta estar escuchando con atención lo que le decimos. Todo ello es aplicable también a la persona que está «junto a sí misma». Esta particular configuración tiene una duración más larga que la retirada, que puede durar desde unos cuantos segundos a varios horas. El estar «junto a uno mismo» suele durar más tiempo, quizá días o incluso años. He visto personas que estuvieron parcialmente fuera de sus cuerpos durante años a causa de algún traumatismo o por una intervención quirúrgica temprana. En cierto caso, una joven fue operada a corazón abierto cuando sólo contaba dos años. Tenía veintiuno cuando trabajé con ella para ayudar a sus campos energéticos a asentarse con mayor firmeza en su cuerpo. Sus cuerpos superiores se desconectaban parcialmente y flotaban por arriba y por detrás de ella. Esta desconexión hizo que se desconectara también de sus sentimientos.
La negativa verbal está asociada con una gran cantidad de energía, por lo general amarilla, en la cabeza, un severo bloqueo del cuello y un agotamiento de energía en la mitad inferior, pálida e inmóvil.
Para mantener su status quo, la persona se mantiene verbalmente activa como para retener algún sentimiento de estar viva. Este intercambio verbal mantiene el flujo de energía hacia su cabeza.
La succión oral está íntimamente relacionada con la negación verbal por el hecho de que resulta efectiva para absorber energía de quienes están alrededor y llenar así el propio campo de la persona, que usualmente es incapaz de obtener esa energía del entorno natural que le rodea. Dicho de otro modo, la capacidad de la persona resulta inadecuada para metabolizar el suministro de orgones procedente de la atmósfera circundante, lo que la obliga a obtener energía predigerida de otros. Puede detectarse esta forma de succión en la verborrea insustancial y agotadora o en los ojos de «aspiradora» que presentan algunas personas. Son seres a los que les encanta revolotear alrededor de los demás creando en cierta forma de socialización. Hay otros individuos que necesitan descargar un exceso de energía (tipos masoquistas), y que son buenos compañeros de los succionadores orales. Satisfacen mutuamente y bastante bien sus respectivas necesidades.
Los ganchos que he visto en algunas cabezas se encuentran, por lo general, sobre personas que tienen una estructura de carácter psicopático y se encuentran en proceso de enfrentarse, por ejemplo, con un grupo de individuos. Tal situación les hace sentirse muy amenazadas y forman un «gancho» sobre sus cabezas. Si las cosas se enrarecen demasiado, lanzarán el «gancho», usualmente acompañado por alguna expresión oral, contra quienes consideren presuntos agresores. Por otra parte, cuando este tipo de persona quiere enfrentarse a alguien, puede que intente sujetar al otro por la cabeza con la energía mental. Es posible que la persona enfrentada quede retenida dentro del campo energético de su oponente hasta que este último esté seguro de que su opinión se expresa y es aceptada como desea. Este tipo de defensa/ofensa supone una gran amenaza para quien la recibe, puesto que en apariencia se enfoca lógicamente a base de pasos muy racionales que conducen a la conclusión «correcta», pero el mensaje que se transmite «entre líneas» es que mejor será que se muestre conforme. Esta clase de intercambio suele ir acompañada por la suposición inherente de que la persona atacada es «mala» o está equivocada, mientras que el atacante es «bueno» y tiene razón.
Los «tentáculos» son rezumantes, resbaladizos, silenciosos y pesados. El sujeto, en su búsqueda de seguridad, lanza los tentáculos hacia el plexo solar de alguien en un esfuerzo por captar y extraer toda su esencia para devorarla. El individuo en cuestión está lleno de su propia esencia, pero no sabe qué hacer con ella porque piensa que permitir que se desplace significa humillarse. Así, se siente poseído por la desesperación e incluso pierde contacto con su propia esencia. Puede que adopte durante algún tiempo una actitud silenciosa, encerrándose en sí mismo. Entonces, los «tentáculos» actúan sobre su propia esencia tirando de la persona hacia abajo. Esta silenciosa meditación es, sin embargo, muy ruidosa a nivel energético. El sujeto se mantiene ausente dentro de una habitación llena de gente que se divierte de forma activa. Pronto se ve rodeado por personas que quieren ayudarle, e inconscientemente, aunque con gracia e inteligencia, agradece a cada uno la ayuda que le ofrece, les dice que no dará resultado y les pide otras sugerencias. Y así prosigue el juego. La persona tentaculada cree que necesita algo del exterior, pero lo que realmente precisa es dar de sí. Puede que entonces pruebe con los dardos verbales para provocar la ira de alguien. Estos dardos no sólo son dolorosos oralmente, sino también energéticamente, y surcan el aire para herir al receptor de manera muy precisa y efectiva. El arquero confía de forma inconsciente en que así causará el dolor suficiente para hacer que estalle la ira, lo que le dará una excusa para dar suelta a la suya propia y evitar así la humillación. De esta forma premeditada, precisa, mental, intenta humillar al otro y, al mismo tiempo, evitar sensaciones en la mitad inferior del cuerpo.
La persona que recurre a la «defensa histérica» responderá encantada a las «flechas»; la respuesta consistirá en una explosión. El tipo histérico explotará de tal forma que chocará contra el campo de cada uno con relámpagos y explosiones de color; es una furiosa y terrible eclosión de energía y caos que amenaza e intimida a los otros. Su propósito es hacer que todo el mundo abandone la habitación.
La persona que emplea la «retención dentro de límites» escapa de la situación reforzando y engrosando sus límites para mantenerse intocable. Por tanto, ¡el mensaje que envía es de superioridad! Otro tipo de sujeto hace constar su supremacía con una exhibición de fuerza de voluntad intensamente ordenada, bien controlada, que explota hacia arriba y aclara su aura, de manera que no hay duda de «quién manda aquí y con quién no se puede andar jugando».
Ejercicios para que el lector encuentre su principal defensa
Pruebe cada uno de estos sistemas de defensa. ¿Cuál es el que utiliza usted? Pruébelos con un grupo de personas. Cada cual anda por la habitación con alguno de los sistemas de defensa. ¿Está familiarizado con cada uno de ellos? ¿Cuáles usa usted? Probablemente se emplearán muchos más sistemas de defensa. Sin duda, el lector puede pensar en otros (los que utiliza y los que emplean sus amigos). Lo importante es recordar que todos los usamos, y que todos estamos de acuerdo, de forma consciente o inconsciente, en interactuar mutuamente con ellos. Nadie está obligado a practicar estas interacciones; todas ellas son voluntarias. En determinados niveles de nuestra personalidad incluso disfrutamos a veces de estas interacciones. Necesitamos no sentir temor cuando vemos en los demás los sistemas de defensa. Siempre podemos elegir una respuesta tolerante, en vez de defensiva. Debemos recordar que siempre hay una razón que obliga a alguien a defenderse, a proteger alguna parte vulnerable que desea mantener controlada y oculta de otra persona, de sí mismo o de ambos.
Brennan, Barbara Ann: (1990) Manos que Curan.
Category:
Salud y vida
|
0 Dejaron huellas de su paso...: