miércoles, enero 07, 2015 |
Solemos pensar que la procrastinación es algo negativo, un hábito que debemos desechar de nuestro repertorio de comportamientos. De hecho, esta palabra tiene una acepción bastante negativa, sobre todo en la cultura empresarial. Sin embargo, en realidad la mayoría de las cosas no son del todo negativas ni positivas. 
Todo encierra pros y contras.


¿Cómo la procrastinación se puede convertir en algo positivo?
Investigadores de la Universidad de Columbia querían saber si podían mejorar la precisión de las decisiones simplemente añadiendo un poco más de tiempo entre la presentación del problema y la respuesta. Para ello diseñaron dos experimentos muy interesantes. 

En primer lugar, les pidieron a los participantes que emitiesen un juicio sobre la dirección que podría seguir un grupo de puntos oscuros que se movían rápidamente en una pantalla. En general, solo debían determinar si se moverían hacia la derecha o la izquierda. Sin embargo, al mismo tiempo, aparecía otra serie de puntos de colores brillantes (puntos distractores), que tenían el objetivo de enmascarar un poco el movimiento de los puntos negros. Entonces se le pidió a cada persona que tomase la decisión lo más rápido posible. 

En este punto se apreció que cuando los puntos negros y los brillantes se movían siempre en la misma dirección, las personas respondían sin equivocarse. Sin embargo, cuando ambos grupos de puntos se movían en direcciones opuestas, la tasa de error aumentaba significativamente, lo cual es bastante lógico. 

Hasta aquí no hay nada nuevo y los resultados son bastante previsibles. Entonces se puso en marcha el segundo experimento: todo transcurrió igual excepto porque los investigadores les dijeron a los participantes que debían tomar la decisión cuando escuchasen el sonido de un clic. En este punto, los psicólogos variaron el tiempo en el que emitían los clics, manejando una diferencia de entre 17 y 500 milisegundos después de que apareciesen los puntos en la pantalla. 

Así se descubrió que cuando las decisiones se retrasaban hasta los 120 milisegundos, la precisión en las estimaciones mejoraba significativamente. ¿Por qué? Los investigadores afirman que este es el tiempo que tarda como promedio nuestro cerebro para eliminar los estímulos distractores y centrarse en lo verdaderamente importante, en descubrir la esencia del problema en cuestión. 

Estos sencillos experimentos nos demuestran que, en algunos casos, tomarnos un tiempo antes de responder a una demanda puede marcar la diferencia entre una buena solución y una respuesta imprecisa o incluso errónea. Nuestra sociedad nos ha hecho creer que tenemos que responder lo más rápido posible a todas las demandas pero en realidad no es así, hay casos en los cuales vale la pena tomarse un poco de tiempo para reflexionar sobre las posibles decisiones. 

 Todo en exceso es malo 
Vale aclarar que este estudio no puede convertirse en una excusa para dilatar permanentemente las decisiones. De hecho, los investigadores también notaron que existe un “punto óptimo” para tomar buenas decisiones porque si las personas se demoraban demasiado, su cerebro volvía a caer en las distracciones y el índice de errores volvía a aumentar. 

¿Qué significa esto? 
Que es importante tomarnos un tiempo para reflexionar pero también debemos mantenernos atentos para no caer en la rumiación y las dilaciones sin sentido.
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