viernes, junio 13, 2014 |
El perdón, por lo general, suele ser visto desde una perspectiva algo errada, siendo que quien se ve en posición de perdonar a alguien más, considera estar haciéndole el favor.

El perdón, si se lo examina sensatamente, desde el punto de vista de que nadie tiene el real poder o autoridad de condenar a nadie, no tendría razón de ser. Cuando ésto ocurre, a la condena me refiero, se debe, en la generalidad de los casos a expectativas propias puestas en los demás que no fueron cumplidas o a la ignorancia de todo lo que circunda un acto, y que por razonamientos morales surgen los juicios.


Este artículo guarda una estrecha relación con el publicado anteriormente, que menciona a la culpa como gran precursora de malestar.

El perdón viene a sanar los males causados por la culpa, sea que ésta se encuentre dentro, haciendo sentirse culpable, o fuera, culpando a otros; el mal que causa es exactamente el mismo.

Los juicios morales y su resultado, la culpa, son capaces de desequilibrar y hasta destruir la salud de cualquier persona, debido a que se vuelve como una sombra difícil de desvanecer. Entra de manera muy fácil en consciencias que ignoran el mal que les espera y luego se arraiga, incluso de formas demasiado imperceptibles para la mente consciente, sobretodo porque los juicios emitidos se fijan en forma de auto-condena, amparado ésto en el fenómeno de proyección que dice que uno juzga en otros los “defectos” de uno mismo. 

Proyección, percepción de esa proyección y juicio. Así ocurre.

Las personas sostienen que es muy difícil perdonar, no logran hacerse a la idea de liberar a otros de las culpas que se están cargando sobre ellos, pero, no saben que el perdón libera a su precursor, a quien están corroyendo los juicios por dentro es al juez.

Una vez aceptado éste hecho se puede iniciar con los intentos de perdón y descubrir por propia experiencia la sanación de algunas dolencias, enfermedades crónicas e incluso graves.

Vivimos en una sociedad donde los justicieros abundan. Los programas de noticias estimulan constantemente los juicios en las personas mostrándoles hechos a medias llenos de subjetividad y que buscan movilizar ese aspecto en las personas testigos de modo de mantenerles esclavos de un malestar constante.

Las noticias favoritas son aquellas en las que los niños son abusados, maltratados o asesinados, porque, naturalmente, no tienen perdón, no hay nada que justifique el daño a un inocente y ¿quién más inocente que un niño?. 

Este tipo de mecánica mediática de control mental tienen un doble sentido y ninguno bueno, uno es el ya mencionado, la esclavitud mental a partir de los juicios y la promoción de actos por efecto contagio, un fenómeno más que conocido por los medios de comunicación.

De nada sirve enterarse de los eventuales y muy poco habituales (considerando la cantidad de habitantes del planeta) hechos condenables desde la total ignorancia para solucionar el hecho en sí. Algo ocurrió y de nada sirve darle a conocer a toda una población ignorante este hecho y menos, con la carga de morbo y juicio de los encargados de brindar la información.

No es cuestión de privar a quien quiera considerarse a sí mismo juez de lo que sea que quiera, simplemente se le está dando a conocer las reales consecuencias que tiene el acto de juzgar-condenar y la insensatez en lo que refiere a las soluciones. 

Instamos a aquellos que quieran aceptar el desafío de liberarse a hacer la prueba de perdonar lo presentado como aberrante, poner las manos sobre el pecho y ver en su propia mente todas aquellas escenas de hechos que no se considera capaz de perdonar y con voz firme decir “yo te perdono”.

Esto permite a las personas ver que temen y condenan sus propios pensamientos de miedo, creados en su mayoría por la propia mente y a la vez el perdón alivia y libera.

Se puede considerar al perdón como el método de sanación más rotundo de todos los tiempos. Estuvo, está y estará a disposición de todo aquel que tenga como fin la libertad para vivir en el mundo con sus desafíos y bondades.
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