lunes, mayo 23, 2011 |
Un guerrero indio encontró un huevo de águila en el tope de una montaña, y lo puso junto con los huevos que iban a ser empollados por una gallina. Cuando el tiempo llegó, los pollitos salieron del cascarón y el aguilucho también. Después de un tiempo, aprendió a cacarear al escarbar la tierra, a buscar lombrices y a subir a las ramas más bajas de los árboles, exactamente como todas las gallinas. Su vida transcurrió en la conciencia de que era una gallina.

Un día, ya vieja, el águila estaba mirando hacia arriba y tuvo una visión magnífica. Un pájaro majestuoso volaba en el cielo abierto como si no necesitase hacer el más mínimo esfuerzo. Impresionada, se volvió hacia la gallina más próxima y le preguntó:
-¿Que pájaro es aquel?

La gallina miró hacia arriba y respondió:
-¡Ah! Es el águila dorada, reina de los cielos. Pero no pienses en ella: tú y yo somos de aquí abajo.

El águila no miró hacia arriba nunca más y murió en la conciencia de que era una gallina, pues así había sido tratada siempre.

Autor: Anónimo
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1 Dejaron huellas de su paso...:

On 24/5/11 08:39 , Nereidas-andresdeartabroblogpost,com dijo...

Recuerdo haberleido este hermoso cuento a Leonardo Boff y también Antony de Melo.
Sabes elegir todo lo que encierra enseñanzas para el alma , siempre me gusta leerte y encontrarte
¡Gracias por tan magníficos relatos.
Un beso

 
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