miércoles, junio 05, 2013 |
Eran las 8 p. m. en una concurrida avenida.
Una pareja va retrasada a cenar con unos amigos.
La dirección está ubicada en un rumbo que no suelen frecuentar por lo que él consultó el mapa antes de salir.
Ella conduce y él la orienta y le indica que gire en la siguiente calle a la izquierda. Ella argumenta muy segura que es hacia la derecha.
Por ello se inicia la discusión y casi al instante él calla y ella decide girar a la derecha.
En pocos minutos ella se da cuenta que estaba equivocada.
Aunque es difícil, admite que tomó el camino equivocado, al tiempo que inicia el retorno.
Él en silencio la mira y le sonríe.
Una vez que llegaron a la cita se disculparon por el retraso, la noche transcurrió grata y amena.
Cuando habían emprendido el camino de regreso ella comenta.
-Tú estabas seguro que yo tomaba el camino equivocado, tú tenías razón, ¿por qué no insististe para que me fuera por el correcto?
Él responde:
- Porque íbamos retrasados, el tráfico estaba congestionado y sentí que los ánimos se calentaban, estuvimos a punto de una agria discusión y si hubiera insistido más habríamos estropeado la noche, y entre tener razón y ser feliz... preferí Ser Feliz.
Esta anécdota fue contada por una directora empresarial durante una conferencia sobre la simplicidad en el mundo del trabajo.
Ella utilizó este ejemplo para ilustrar la cantidad de energía que gastamos solo para demostrar que tenemos razón, independientemente de tenerla o no.
Desde entonces, me pregunto más a menudo:
"¿Quiero ser feliz o tener la razón?"
Una pareja va retrasada a cenar con unos amigos.
La dirección está ubicada en un rumbo que no suelen frecuentar por lo que él consultó el mapa antes de salir.
Ella conduce y él la orienta y le indica que gire en la siguiente calle a la izquierda. Ella argumenta muy segura que es hacia la derecha.
Por ello se inicia la discusión y casi al instante él calla y ella decide girar a la derecha.
En pocos minutos ella se da cuenta que estaba equivocada.
Aunque es difícil, admite que tomó el camino equivocado, al tiempo que inicia el retorno.
Él en silencio la mira y le sonríe.
Una vez que llegaron a la cita se disculparon por el retraso, la noche transcurrió grata y amena.
Cuando habían emprendido el camino de regreso ella comenta.
-Tú estabas seguro que yo tomaba el camino equivocado, tú tenías razón, ¿por qué no insististe para que me fuera por el correcto?
Él responde:
- Porque íbamos retrasados, el tráfico estaba congestionado y sentí que los ánimos se calentaban, estuvimos a punto de una agria discusión y si hubiera insistido más habríamos estropeado la noche, y entre tener razón y ser feliz... preferí Ser Feliz.
Esta anécdota fue contada por una directora empresarial durante una conferencia sobre la simplicidad en el mundo del trabajo.
Ella utilizó este ejemplo para ilustrar la cantidad de energía que gastamos solo para demostrar que tenemos razón, independientemente de tenerla o no.
Desde entonces, me pregunto más a menudo:
"¿Quiero ser feliz o tener la razón?"
0 Dejaron huellas de su paso...: