viernes, noviembre 29, 2019 |
Vivencias de la persona en duelo

En general en todos los duelos existirán muchas características comunes, puesto que parten de una información básica heredada y en íntima relación con nuestra supervivencia. Sin embargo, la experiencia, el aprendizaje, la personalidad, y otra serie de factores externos, como pueden ser otros vínculos, moldearan de forma individual la respuesta de duelo en cada individuo.

Las emociones son parte del legado genético de nuestra especie, que permanecen en nuestras células. Y aunque somos un todo interdependiente, podemos distinguir distintas dimensiones de nuestro ser que se verán afectadas de diferente manera ante la experiencia de duelo.

Todas estas manifestaciones que a continuación vamos a señalar de manera sucinta deben ser matizadas por el hecho de que la expresión de duelo no es universal, ni uniforme, ni homogénea, y posee diferentes matices, expresiones, ritos y comprensiones desde variables socioculturales.

En efecto, nunca hay que olvidar que las manifestaciones de duelo no son universales, generalizables, sino que vienen mediadas por la cultura en las que sucede.

De las manifestaciones externas del duelo, señala Tizón, no puede deducirse la intensidad del dolor privado.
Veamos las vivencias más comunes en nuestro medio:

Dimensión física. Se refiere a las molestias físicas que pueden aparecer a la persona en duelo. Sequedad de boca, dolor o sensación de “vacío” en el estómago, alteraciones del hábito intestinal, opresión en el pecho, opresión en la garganta, hipersensibilidad a los ruidos, disnea, palpitaciones, falta de energía, tensión muscular, inquietud, alteraciones del sueño, pérdida del apetito, pérdida de peso, mareos. Algunas investigaciones han demostrado que las situaciones de estrés están íntimamente relacionadas con la inmunodepresión y, por tanto, el organismo humano es más vulnerable a enfermar. Y obviamente la muerte de un ser querido es una de las experiencias más estresantes.

Dimensión emocional. Aquí señalamos los sentimientos que el deudo percibe en su interior. Los estados de ánimo pueden variar y manifestarse con distintas intensidades. Los más habituales son: sentimientos de tristeza, enfado, rabia, culpa, miedo, ansiedad, soledad, desamparo e impotencia, añoranza y anhelo, cansancio existencial, desesperanza, abatimiento, alivio y liberación, sensación de abandono, amargura y sentimiento de venganza.

Voy a profundizar un poco más en alguno de estos sentimientos. Así, respecto a la tristeza, destacaremos que si antes de morir la relación con el ser querido se ha sanado y se ha podido expresar el afecto, el manejo de la tristeza será menos complejo. Si no se ha podido expresar, todavía estamos a tiempo de aliviar la pena mediante técnicas de visualización etc. Generalmente las penas compartidas en un grupo de personas en duelo con situaciones parecidas es un alivio. El remedio más eficaz para la tristeza es el consuelo, que fundamentalmente habrá que buscarlo en el interior de uno mismo, de una misma, sin menospreciar el que se recibe del exterior por otros seres queridos.

Si el origen de la tristeza está más bien en que no dio tiempo a despedirse o a manifestarle a la persona difunta todo lo que significaba para el deudo, se le puede sugerir a este que escriba una carta de despedida. Una carta sincera, escrita desde el corazón.

El sentimiento de culpa suele aparecer con cierta frecuencia. Si la causa de la culpa puede subsanarse en alguna medida mediante actos físicos o materiales, es buena idea estimular al deudo para que los realice.

Quizás algún tipo de ritual en el que solicitamos el perdón del ser querido pueda aliviar. Relacionado con esta estrategia, si la persona es creyente, pedir perdón mediante alguna oración, sabiendo que la persona difunta nos puede escuchar desde otra dimensión, puede dar buen resultado.

Nunca sobra en el trabajo de duelo, si aparece la culpabilidad, el intentar objetivizar los comportamientos, ya que en muchas ocasiones son más fruto de nuestras autoexigencias que de la realidad.

Cuando el sentimiento predominante es la rabia, deberemos entender que se trata de un mecanismo de compensación del dolor sentido. La mejor herramienta es canalizar y expresar la rabia. La actividad física con gran esfuerzo suele ser un buen remedio para calmar esa rabia que nos oprime, así como el romper papeles, o golpear un cojín o quizás el gritar en un lugar seguro.

Dimensión cognitiva. Se refiere a lo mental. Dificultad para concentrarse, confusión, embotamiento mental, falta de interés por las cosas, ideas repetitivas, generalmente relacionadas con el difunto, sensaciones de presencia, olvidos frecuentes.

Dimensión conductual. Se refiere a cambios que se perciben en la forma de comportarse con respecto al patrón previo. Aislamiento social, hiperactividad o inactividad, conductas de búsqueda, llanto, aumento del consumo de tabaco, alcohol, psicofármacos u otras drogas.

Dimensión social. Resentimiento hacia los demás, aislamiento social.

Dimensión espiritual. Se replantean las propias creencias y la idea de trascendencia. Se formulan preguntas sobre el sentido de la muerte y de la vida.

Factores predictores de duelo de riesgo
Son circunstancias que harán más difícil la elaboración del duelo:
•Circunstancias alrededor de la muerte. Muerte repentina o inesperada. Pérdida ambigua. Muertes traumáticas de la muerte (suicidio, asesinato, etc.). Pérdidas múltiples. Muerte de un niño, de un joven.
•Relación con la persona fallecida. Relación de ambivalencia. Relación simbiótica. Relación de gran dependencia.
•Personalidad, antecedentes y características del deudo. Pérdidas previas no resueltas, deudo niño o adolescente, antecedentes de depresión y otros trastornos psicológicos, falta de habilidades sociales, baja autoestima
•Contexto sociofamiliar. Ausencia de red social de apoyo, problemas económicos, hijos pequeños que cuidar.
Si bien es cierto que no todo proceso de duelo requiere de una intervención profesional y que la gran mayoría de las personas pueden adaptarse a la vida de nuevo a pesar de la pérdida, numerosos estudios han relacionado las muertes cercanas con alteraciones de la salud de quienes la sufren.

En un estudio reciente sobre la incidencia de duelos de riesgo en familiares de primer grado (cónyuge o conviviente, padres-madres, hijos-hijas) en una unidad de cuidados paliativos se constató que le 24% de los familiares estudiados era susceptible de un duelo de riesgo.

Creo muy interesante de cara al trabajo clínico con personas en duelo, tener en cuenta algunas de las conclusiones a las que llegan autores que han investigado sobre el duelo y que ponen en cuestionamiento la concepción clásica desde el ámbito clínico e investigador. En estos estudios nos recuerdan que:
•Un gran número de personas presenta reacciones de tristeza de muy diversa intensidad, y que las reacciones más profundas no deberían recibir el diagnóstico de “depresión”.
•Un número no desestimable de personas necesita más tiempo para recuperarse del que nuestra cultura define como normal. Por consiguiente el afrontamiento de la pérdida de un ser querido parece requerir un lapso temporal más variado y, en consecuencia, más flexible del que ha venido estipulándose.
•Algunas personas necesitan hablar y expresar sus sentimientos sobre la pérdida en mayor medida y durante más tiempo que otras. La regla social de que es inapropiado manifestar sentimientos negativos fuera del periodo acotado por la cultura, priva a estas personas de satisfacer su necesidad; si además, tratan de ocultar su malestar para no verse rechazadas o para no sentirse incomprendidas por las demás personas y no lo logran, pueden llegar a pensar que no son normales o incluso que están desarrollando una enfermedad mental.
•Un cierto número de personas nunca asume la pérdida con serenidad, aunque haya transcurrido mucho tiempo desde la muerte de su ser querido, y compatibiliza sus sentimientos sobre la pérdida con una vida normal. Esto se observa con más frecuencia en los casos de muerte repentina, accidental o violenta, en los cuales se suscitan con mayor facilidad sentimientos de injusticia, y es una reacción que no hay que asociar necesariamente a una patología.
•El afrontamiento de la pérdida de un ser querido presenta un carácter complejo que, en absoluto puede verse reducido a la consecución de un desligamiento afectivo y mental con respecto a la persona desaparecida. Es un hecho constatado que muchas personas, aunque no nieguen la muerte de la persona fallecida, continúan hablando con ella durante mucho tiempo, incluso en ocasiones a lo largo de toda la vida, sin que ello indique necesariamente la existencia de una patología psíquica ni la detención de la recuperación. Por el contrario, en la mayoría de estos casos, tales manifestaciones de su vínculo con esa persona parecen reconfortarlas y alentarlas a seguir viviendo.


Siry
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